Claustrofobia en un funeral
La edición que lanzamos este jueves de +miradas, nuestra nueva revista mensual, hablamos directoras y sus primeras películas: Ellas filman: nuevas voces.
Una de las películas que mencionamos es la ópera prima de Emma Seligman: Shiva baby. Una película independiente estadounidense, de presupuesto reducido con muchos reconocimientos internacionales.
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Una estudiante universitaria se encuentra con su exnovia y con el hombre que le paga los caprichos en un funeral judío al que asiste acompañada por sus padres.
Si hay algo que consigue Shiva baby es que nos sintamos incómodos. Danielle la pasa mal toda la película, y realmente nosotros también. Y esa incomodidad no es más - ni menos - que puesta en escena, dirección, buenos diálogos y montaje.
Emma Seligman había hecho un cortometraje de igual nombre que luego siguió desarrollando y convirtió en este largometraje.
Cuando todo lo que puede salir mal, male sal.
Todos sabemos cómo puede llegar a ser vivir en sociedad en un mundo de presiones y de deber ser.
Danielle, quien no sabe bien qué quiere hacer con su vida y toma decisiones que pueden ser no bien vistas por su familia, vive uno de los peores días.
Asiste a un funeral (un shiva, ritual de duelo judío) en el que están todos quienes son parte de la vida social de su familia. Su madre que le insiste con su apariencia y cómo debe portarse y, más importante aún, qué no debe hacer. Su padre preocupado por su futuro laboral, pero consintiéndola. Y una ex novia que ella no esperaba que estuviera allí. Y todo esto en medio de las reglas sociales de un evento así, de las miradas de toda la comunidad que juzga sin reparos y comenta sobre cada una de las decisiones de su vida. Comentarios que hacen a sus espaldas - a veces-, pero que ella igualmente escucha.
Desde que llega a la puerta del Shiva y se encuentra con sus padres, empiezan los comentarios, y así comienza la tensión.
Los gritos, las conversaciones sordas y la llegada de la ex novia - inesperada, no se saludan - crean un anticipo de la inevitabilidad de los hechos posteriores.
La tensión comienza. Primero con planos que se van cerrando cada vez más, y la cámara que está cada vez más encima de ella. Y con el uso de un gran angular que va a ir siendo usado estéticamente para acentuar lo que el personaje está sintiendo y transmitir su inestabilidad.
La tensión va creciendo con el paso de los minutos. Danielle está cada vez más incómoda. Los planos la encierran más, el montaje se vuelve más acelerado, más ágil, y ella más inmóvil. Es como si entre los personajes, las situaciones y la cámara: ella deja de tomar decisiones por sí misma. L presión las termina tomando por ella. Y entonces, los errores son más frecuentes y el pánico latente crece. La realidad se distorsiona.
El ritmo del montaje, de la puesta en escena y de los diálogos - filosos, puntuales y precisos - va acelerando, suben la apuesta. La presión que siente Danielle, la siente el espectador. Ella tiene que salir de ahí. El espectador quiere salir de ahí. Se vuelve insoportable.
Todas estas situaciones en las que los personajes le dicen qué debe hacer y qué no, se vuelve insoportable
La puesta en escena es coherente y se vale de recursos artísticos para vivamos todo como Danielle lo vive. Está contada desde su punto de vista. Escuchamos lo que ella escucha y vemos lo que ella ve. Incluso cuando está desequilibrada y parece que el mundo le da vueltas; o la claustrofobia la hace sentirse mal.
Un ejemplo interesante de esto es el uso del fuera de foco mostrándola a ella de espaldas a una conversación que sucede en segundo plano. Esa conversación la escuchamos en primer plano porque ella la está escuchando atentamente, más allá de que pretende que no.
El guion de Emma Seligman y el trabajo de los actores, logran además construir esta incomodidad con humor, muchas veces negro, que hace que, por momentos, el patetismo y la incomodidad se vuelvan más divertidos. Y son divertidos porque existe una distancia natural entre el personaje de la pantalla y nosotros (felizmente, no somos nosotros los que estamos ahí, no somos ella). Y la directora guionista lo sabe.
La película habla de lo que muchas veces la sociedad quiere que seamos. Cómo debemos ser. Qué tenemos que hacer. Y cuál es el manual que tenemos que seguir. Y cuando no cumplimos con ese manual, nos hacen sentir incómodos, tropezar, chocar. Parece que vayamos dando tumbos, como Danielle en ese Shiva.
Así Emma Seligman nos muestra que siempre hay alguien que va a querer decir algo al respecto. Incluso cuando nadie le preguntó.
Después, está en cada uno dejarse influir por esa presión, o poder defender y estar a la altura de sus propias decisiones. Porque si se deja influir por la presión, ya sabemos, todo puede ir de mal en peor.
Shiva baby ganó el Premio John Cassavetes de los Spirits Awards que destaca al Mejor largometraje con un presupuesto inferior a 500.000 dólares. Se puede ver en MUBI.
Emma Seligman, su directora, acaba de estrenar Bottoms (2023) también con Rachel Sennott y Ayo Edebiri (The bear).
LA LISTA DE LA SEMANA
Te dejamos una lista con todas las películas bajo presupuesto que estuvieron nominadas al premio John Cassavetes en los Spirits Awards.
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